Si pueden obtener este libro, el capítulo que escribí junto a Theo Roncken, analizando la realidad boliviana, titula: "La política de drogas en Bolivia: Un proceso de cambio marcado por continuidades."
- Cannabis (5)
- Drogas y cárceles (7)
- Justicia Penal Juvenil (2)
- Material audiovisual (19)
- Motivando al cambio (5)
- Política de drogas (11)
- Programa Libertas (1)
sábado, 16 de diciembre de 2017
martes, 28 de noviembre de 2017
viernes, 27 de octubre de 2017
viernes, 13 de octubre de 2017
jueves, 12 de octubre de 2017
lunes, 24 de julio de 2017
jueves, 15 de junio de 2017
La danza de las cifras a la luz de la nueva Ley de Sustancias Controladas
El Programa Libertas analiza los
resultados cuantitativos difundidos sobre la lucha contra el narcotráfico en
Bolivia, identificando la relevancia que tienen las personas detenidas por
delitos de drogas en la estructura del negocio del tráfico, y proponiendo considerar nuevos indicadores que permitan evaluar de una manera más efectiva
los resultados de la política de lucha contra el narcotráfico.
miércoles, 12 de abril de 2017
lunes, 3 de abril de 2017
Las cifras de los narcotraficantes encarcelados en Bolivia
Tal como señalan las estadísticas, son cuatro los delitos de sustancias controladas que llevan personas a la cárcel: Tráfico, Suministro, Transporte y Fabricación.
Para ser encarcelado por el delito de tráfico de drogas bastan 10 gramos de una droga (no 10 toneladas, sino 10 gramos).
Entonces, hablar de los traficantes de drogas presos en Bolivia no siempre significa hablar de los partícipes grandes del negocio (capitalistas, emisarios de los carteles del exterior o jefes de los clanes familiares nacionales), sino de personas que pueden haber estado vendiendo 10 gramos de alguna droga.
Para ser encarcelado por el delito de tráfico de drogas bastan 10 gramos de una droga (no 10 toneladas, sino 10 gramos).
Entonces, hablar de los traficantes de drogas presos en Bolivia no siempre significa hablar de los partícipes grandes del negocio (capitalistas, emisarios de los carteles del exterior o jefes de los clanes familiares nacionales), sino de personas que pueden haber estado vendiendo 10 gramos de alguna droga.
Por su parte, los procesados por el delito de suministro suelen ser consumidores de drogas o drogodependientes que venden unos pocos gramos para solventar su propio consumo.
Y los presos por transporte son, en gran parte, personas desesperadas por las penurias económicas que se arriesgan a llevar cantidades pequeñas de droga en sus estómagos o pegadas de alguna forma a sus cuerpos.
Estos tres grupos de personas son, por las características de su rol en el negocio de las drogas, los denominados "desechables", los fácilmente sustituibles, los que son inmediatamente reemplazados. Así lo han demostrado ya las investigaciones del Programa Libertas, del Colectivo de Estudios Drogas y Derecho, de Acción Andina y de la Plataforma Coca Orgánica, Libre e Informada, además de otros estudios.
Es decir, su encarcelamiento no va a desarticular las organizaciones narcotraficantes ni reducir la oferta de drogas de uso ilícito.
Su encarcelamiento sirve principalmente para fines de estadística, para hacer parecer que la política de lucha contra el tráfico ilícito de drogas tiene resultados.
Las estadísticas carcelarias, entonces, muestran varias ausencias.
Están ausentes, por ejemplo, los poderosos que hacen el lavado de dinero (delito de legitimación de ganancias ilícitas) de las millonarias ganancias del narcotráfico. En caso de que ellos pisen la cárcel en algún momento, en pocas semanas son puestos en libertad.
Los que se quedan encerrados son los arriba descritos, los que tienen menos poder, los pobres y los que sufren drogodependencia, ellos abultan las cifras en las estadísticas.
Pueden haber cometido delitos (delitos menores), sí, pero no están en la cárcel por el delito cometido sino por ser vulnerables.
Así funciona la lucha contra el tráfico ilícito de drogas en Bolivia.
Las estadísticas carcelarias, entonces, muestran varias ausencias.
Están ausentes, por ejemplo, los poderosos que hacen el lavado de dinero (delito de legitimación de ganancias ilícitas) de las millonarias ganancias del narcotráfico. En caso de que ellos pisen la cárcel en algún momento, en pocas semanas son puestos en libertad.
Los que se quedan encerrados son los arriba descritos, los que tienen menos poder, los pobres y los que sufren drogodependencia, ellos abultan las cifras en las estadísticas.
Pueden haber cometido delitos (delitos menores), sí, pero no están en la cárcel por el delito cometido sino por ser vulnerables.
Así funciona la lucha contra el tráfico ilícito de drogas en Bolivia.
sábado, 25 de marzo de 2017
A paso firme 2016! Compartiendo con el grupo base en la cárcel de varones
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En el programa se busca fortalecer la autoestima y la construcción de capacidades de los jóvenes, y apoyar en la conformación de una red de contención familiar, a fin de incentivar la asunción de nuevos estilos de vida lejos de las drogas. Para ello, también se gestiona la remisión de los casos del sistema
penitenciario al sistema de salud.
Esta
iniciativa está enmarcada en el proceso de promoción de reformas a la política
de drogas en Bolivia, del cual forma parte el Programa Libertas en articulación
con Acción Andina - Bolivia, la Plataforma Coca Orgánica Libre e Informada y a nivel internacional con el
Colectivo de Estudios Drogas y Derecho (CEDD).
Casos e historias de vida
Marco Antonio
27 años
27 años
Es el menor de ocho hermanos, y
sus recuerdos de niñez están llenos de sucesos traumáticos, precariedad
económica y tristeza. Su padrastro se suicidó delante de él. Su padre biológico
le lanzaba piedras para ahuyentarlo cuando él lo iba a buscar. Su hermano mayor
hizo las veces de padre, pero de una manera cruel, con rigidez y azotes,
haciéndole sentir permanentemente que no valía. Así creció pensando que lo que
más deseaba era un papá de verdad.
Como la familia se mantenía sólo
por el esfuerzo de la madre, que trabajaba en lo que pudiera, a veces no tenían
qué comer. Por eso él soñaba con ganar dinero. Cuando vio un payaso en una
plaza y le daban monedas se le ocurrió que él también podía hacer lo mismo.
Comenzó a realizar pequeñas labores, incluso vendiendo empanadas junto con su
mamá.
Los hermanos, todos mayores, se fueron
yendo a construir sus vidas. Él se quedó con su sufrimiento, pese a la cercanía
y al amor de su madre, su vacío emocional no pudo llenarse. Intentó suicidarse
alrededor de los 10 años, no lo logró. Pese a que su padre biológico continuaba
evitando el contacto, él siguió insistiendo, un día que hubo un problema en el
colegio lo hizo llamar, él nunca llegó. Ese día comenzó a fumar marihuana.
Tenía 12 años.
Después de un tiempo, cuando se dieron cuenta en la casa que fumaba marihuana, lo azotaban, al punto que él tiene cicatrices de esas palizas. Sin embargo, su mamá lo defendía,
no cesó nunca de apoyarlo, así que poco antes de cumplir los 15 años él decidió
dejar las drogas, él mismo fue a buscar un centro de tratamiento y
rehabilitación. Se internó, pero tuvo que escapar a los pocos días porque un
adulto internado en el centro intentó violarlo.
De ahí en adelante, su vida fue
una escalada de consumo y venta de drogas, e incursión en delitos de hurto y
robo. Era un consumidor de marihuana, pero también aprendió a consumir ‘pilas’
(medicamentos controlados), pasta base de cocaína y clorhidrato de cocaína. Fue
aprehendido muchas veces por la Policía y torturado de formas inimaginables en
las unidades policiales.
Marco Antonio también entabló una
relación con otra muchacha, igual consumidora habitual de drogas, una unión
irregular y conflictiva de la cual tuvo dos hijos, quienes han estado casi todo
el tiempo al cuidado de la mamá de Marco Antonio. Finalmente, habiendo llegado a la
cárcel por tercera vez, la pareja se fue, y ambos perdieron la custodia de sus
hijos.
Mientras las primeras dos veces
que cayó a la cárcel, estuvo preso pocas semanas, la tercera vez sí tuvo que
cumplir una condena de cinco años por robo. En la cárcel sustituyó el consumo
de marihuana por el de pasta base de cocaína. Durante un tiempo formó parte de
los “incorregibles” de la cárcel, no quería acatar reglas, se mantenía en
permanente confrontación con todos los reclusos.
Finalmente, con el paso de los
años, se fue cansando de la vida de violencia, drogodependencia y soledad, y
decidió buscar una salida, justamente en el momento en que estaba pensando en
un cambio se encontró con el programa de motivación.
El mismo le pidió a la juez que
en lugar de salir en libertad condicional, sea remitido a un centro de
tratamiento y rehabilitación de adicciones. Ahora está internado, ha superado
la fase de desintoxicación sin problemas y está dispuesto a continuar hasta
salir de la dependencia a las drogas, reconstruir su relación familiar y
recuperar su vida. Como él mismo dice: “Quiero recuperar todo lo que he
perdido. Tengo que ser feliz alguna vez”.
Sus únicos tormentos ahora son
los dolores frecuentes que tiene por la infección de varios de sus dientes que
en algunos casos llega a los huesos de la cara, y los grandes esfuerzos que
hace su familia para pagar la alta cuota mensual del centro del tratamiento y
rehabilitación. Para el futuro también tiene el desafío de la inserción social.
Micky
18 años
El nació en el campo, en una zona
de mucha producción agrícola pero también de mucha pobreza. Es uno de seis
hermanos, su padre los abandonó, sólo tiene a su mamá que vende en el mercado
de una provincia alejada. Movido por la pobreza, siendo niño vino a la ciudad y
buscó formas de sobrevivir.
Pasó su niñez limpiando parabrisas
de los autos con su hermanito, aprovechando las paradas en los semáforos, hasta
muy altas horas de la madrugada. Después con el dinero ganado comían y buscaban
telos (habitaciones/alojamiento donde duermen varias personas sobre el piso)
donde dormir. También se hizo miembro de varios grupos de muchachos en
situación de calle, probó a inhalar pegamento y fumó marihuana. Pero hay algo
en él, quizás esa permanente sensación de alegría y optimismo que muestra hasta
en los peores momentos, que lo protegió de caer en adicciones.
Experimentó varias aprehensiones
policiales, y las palizas y otras formas de tortura aplicadas por los
funcionarios policiales. Pasó también por varias de las
reiteradas “operaciones limpieza” en que las autoridades mandan a la Policía a recoger
a las personas que viven en la calle e internarlas en centros cerrados por un
tiempo, de los que después ellas escapan y vuelven a las calles a falta de
otras oportunidades.
Intentó volver a
vivir con su mamá, allá en el campo, ella también intentó llevarlo con ella,
pero diversas situaciones impedían que vuelvan a vivir juntos. Así que se quedó
en la ciudad, manteniendo mayor relación con su tío y sus primos.
Un día, Micky terminó de trabajar
lavando autos y fue a la avenida donde se encontraban un grupo de amigos suyos
que vivían en situación de calle; de repente uno de los muchachos introdujo el
brazo por la ventanilla de un coche y sacó un teléfono celular, al correr le
pasó al hermanito de Micky, y cuando la gente los agarró a todos Micky tomó el
celular para que el hermanito no fuera culpado. Micky fue enviado a la cárcel.
Los primeros días en la cárcel
los pasó muy asustado. No tenía forma de pagar ni derecho de piso ni cuota de
limpieza (cobros comunes que los delegados internos hacen a los nuevos
reclusos), y tenía miedo de ir al baño porque algunos reclusos lo amenazaban
con golpearlo o le hacían amenazas en broma que él tomaba en serio.
Después de fue tejiendo una red
de solidaridad alrededor de él. Estuvo seis meses preso, es físicamente muy pequeño
para su edad por lo cual su ingreso provocó la furia de los reclusos que
pensaban que tenía varios años menos que 18.
Pese a tener unos antecedentes de
consumo de marihuana y pegamento, Micky se alejó de las drogas los primeros
meses de su encierro. El mismo se mostraba sorprendido por ver a los otros
reclusos consumiendo alcohol y consumiendo cocaína sin ningún problema. Él se
dedicó a realizar las actividades que le encargaban los delegados internos y a
participar del grupo del programa de motivación, también asistió al gimnasio, y
finalmente se dedicó a trabajar en la limpieza, fumando marihuana alguna vez,
ya que otros reclusos le invitaban pero siempre evitó engancharse mucho más en
la droga.
Pero su problema mayor no era la
droga sino su abogado. Como no tenía dinero, le fue asignado un abogado de
Defensa Pública que fue a la cárcel una sola vez, después de tres meses, para
decirle que la mejor solución era que se declare culpable de robo para negociar
una pena menor que le permita salir inmediatamente. Cuando sus padres quisieron
preguntar al abogado por qué no lo defendía en lugar de sugerirle que se
declare culpable, les colgó el teléfono.
Sin muchas opciones, porque él
mismo no entendía nada sobre los temas legales, finalmente fue convencido por
el abogado y el recluso que hacía de delegado jurídico de declararse culpable.
Así negoció una pena mínima por complicidad en un hurto de celular, y está
feliz porque acaba de salir en libertad, pero tiene una condena en sus espaldas
por un delito que no cometió.
Sus principales desafíos son
sobrevivir, alejarse de las drogas, encontrar la forma de estudiar y obtener algún
trabajo que le permita solventarse porque la situación económica de su familia
es bastante precaria. “Si no vivo con mi mamá no es porque no quiera, sino
porque no quiero ser una carga más para ella, yo puedo mantenerme solo”. Así
que es un desafío que está asumiendo solo.
Juan Pablo
27 años
Él está por segunda vez detenido
en la cárcel, acusado de venta de drogas. Desde los 13 años comenzó a consumir
marihuana y pasta base, porque había personas en su familia y en su barrio que
consumían también. Uno de ocho hermanos, Juan Pablo vivió sin una contención
familiar y con poco apoyo para continuar en la escuela. Finalmente, dejó de
estudiar y comenzó a buscar la forma de sobrevivir. Su adolescencia la pasó en
contacto con los adolescentes y jóvenes en situación de calle.
Estaba con ellos en 2013 cuando
fue arrestado en una redada policial en una avenida céntrica de la ciudad.
Tenía en su poder dos sobres con dos gramos de pasta base de cocaína que
acababa de comprar para consumir. Mientras permanecía en detención preventiva
en la cárcel, su abogado de Defensa Pública solicitó un examen de cabello, que en
ese tiempo debía hacerse en un laboratorio de la ciudad de La Paz, el cual
permite detectar la presencia de droga en un periodo de tiempo prolongado. Tuvo
que reunir dinero para pagar ese examen, y para eso lo ayudaron su esposa y su
mamá. El examen salió positivo, evidenciando que él era consumidor de drogas, así
que fue liberado en 2014.
Estuvo trabajando después en un
taller, y después en el negocio de un primo, mientras vivía con su mamá y con
su esposa, pero su nivel de consumo de drogas aumentó y mientras los conflictos
familiares no cesaban.
Desde agosto de 2015 está de
nuevo preso, cayó en una situación similar. Lo encontraron con 10 sobres de
pasta base de un gramo cada uno, en la Policía le agregaron en forma
fraudulenta 5 sobre más que pusieron sobre la mesa del lugar donde era
interrogado. Esta vez no logró pedir un examen toxicológico que demuestre que
es consumidor, su abogado se descuidó y sus familiares no hicieron seguimiento,
así que pasó a ser investigado por el supuesto delito de tráfico de drogas.
Meses después de estar preso,
cuando llegó a verlo su abogado y le propuso que se declare culpable de vender
droga bajo el delito de suministro (que tiene de 8 a 12 años de cárcel) en
lugar del delito de tráfico (que tiene entre 10 a 25 años de cárcel), él
aceptó.
Ahora, con 8 años de condena, está
esperando acceder al beneficio del indulto para salir en libertad, para
intentar rehacer su vida, que él siente que debe hacer lejos de su familia ya
que en su caso la relación con la familia en lugar de ayudarlo lo suele llevar
al consumo de drogas y al delito.
Aunque en la cárcel él consume
marihuana y pasta base de cocaína a diario es uno de los reclusos más
trabajadores, lava ropa, limpia las celdas, ayuda a los vendedores de comidas, siempre
está haciendo algún trabajo. Esa situación no es común en otros jóvenes
drogodependientes, no suelen tener la disciplina para organizarse y trabajar.
Juan Pablo sí. “Todos confían en mí
porque me ven que soy trabajador, no soy como los otros chicos, dentro la
cárcel no robo, me mantengo con mi trabajo”.
Su principal preocupación es
mantener también a sus dos hijos pequeños, que están a cargo de su esposa, otra
joven que se gana la vida lavando ropa y haciendo limpieza en domicilios. El
sueño de los cuatro: Juan Pablo, la esposa y los niños es esperar a que él
salga de la cárcel para irse lejos, a comenzar de nuevo.
Joel
22
años
Joel pasa los días en la cárcel
soñando con el momento en que le toque salir en libertad condicional, para solicitar
ser remitido a un centro de tratamiento y rehabilitación, e intentar una vez
más cambiar su vida. Señala que quiere seguir el mismo camino que Mauricio.
El escapó de su casa siendo niño
porque sólo veía violencia y falta de comida. Y pasó su vida tratando de salir
de las calles. Desde los 11 años fuma marihuana y también pasta base de cocaína.
Durante su niñez y adolescencia trabajó como ayudante de albañil, lava autos,
cargador de bultos en el mercado, lustrabotas y en varios otros trabajos que asumía
incluso sólo por días para ayudarse a sobrevivir.
Pese a sus intentos por
reorientar su vida, la falta de opciones lo llevó a caer reiteradamente en la
vida en las calles y en el consumo de drogas, generalmente marihuana. La
violencia policial también lo marcó. Durante su adolescencia, fue arrestado
varias veces por sospecha de consumo de drogas, por sospecha de vivir en la
calle, por sospecha de robo. Recuerda que pasaba fines de semana enteros en las
comisarías policiales, soportando golpes y humillaciones, y orinando en la
misma celda donde dormía junto con varios otros muchachos. Salía de las celdas
policiales después de días sin beber ni comer, y desesperado iba a pedir
monedas en las calles para comprarse agua.
En las ocasiones en que se ponía
a trabajar durante semanas, y trataba de alejarse de las calles, la persecución
policial le interrumpía el intento. Los policías lo veían y le pedían dinero,
de otro modo, lo amenazaban con llevarlo al organismo de investigación criminal
donde le podían endilgar cualquiera de las decenas de denuncias por robo de
billetera que tienen. Como no podía pagar esas cuotas “policiales” con un
trabajo regular donde apenas ganaba para comer en el día y para pagar donde
dormir, tenía que volver a robar.
Tampoco era fácil engancharse a
un trabajo. Un tiempo pudo trabajar lavando autos, pero las zonas de la ciudad
fueron estando cada vez más controladas por grupos de lavadores de autos que no
dejaban trabajar en ellas a los ajenos, y menos a los que eran niños que no podían
luchar por un espacio.
También limpiaba los parabrisas
de los coches, pero no le funcionaba mucho, casi no le daban monedas porque lo
veían sucio y mal vestido. “¡Como si uno ganara dinero para bañarse todos los
días!”, se queja. Muchos le decían que quería dinero para drogarse y no le
daban nada. “Yo también como, no sólo me drogo, eso no entienden”. Después recuerda
que aparecieron más personas limpiando parabrisas, inclusive los extranjeros
itinerantes que comenzaron a hacer malabares en las esquinas, quienes se
comenzaron a llevar las monedas que los conductores antes daban a todos.
Después Joel comenzó a robar los
parabrisas. Lo atraparon y como era menor de edad fue llevado al centro de
privación de libertad para adolescentes infractores. Su paso por ese recinto fue
una muestra de las deficiencias del funcionamiento del sistema de Justicia
Penal para Adolescentes en el país.
Tuvo que cumplir una condena sin el apoyo socioeducativo
que es esencial en el sistema penal para adolescentes, ni otro recurso que le ayude
a una asunción de responsabilidad o le brinde oportunidades de reorientar su
vida. Salió del centro de privación de libertad con la idea de que delinquir era
la mejor forma de obtener dinero. Y siguió, hasta que habiendo pasado ya los 18
años llegó a la cárcel pública, juzgado ahora como adulto.
El primer tiempo en la cárcel lo
pasó entre marihuana y pasta base e intentos de hurtar dinero a los reclusos
acomodados. Pasó por castigos diversos propinados por los delegados de
disciplina. Después se tranquilizó, bajó su nivel de agresividad y comenzó a
pensar de otra manera. Salir de las drogas en su situación es aún un sueño, pero
él lo visualiza como un sueño que podría hacerse realidad. “A mi edad, todavía
puedo cambiar, si quiero lo logro”.
Alex
18 años
Él es huérfano, tiene dos
hermanitos menores que están internados en una casa de acogida del Estado, y un
hermano mayor que trabaja muy duramente para mantener a su familia. Toda la vida de Alex estuvo
marcada por la pobreza extrema, su padre los abandonó, su mamá se quedó sola
con los hijos, él trabajó desde pequeño, pero cuando su mamá murió y lo
alejaron de sus hermanos se quedó sin rumbo, en la calle. Comenzó a fumar
marihuana, a conocer la violencia policial y todas las penurias de los
muchachos en la calle.
Quiso salir de ese camino e
ingresó siendo niño a un programa de apoyo a muchachos en situación de calle,
que consistía en vivir en contacto con la naturaleza criando y cuidando
caballos. Estuvo en el programa en forma intermitente, varios años, se iba y
volvía, después conoció a una muchacha de su edad y tuvo un hijo siendo aún
adolescente, lo que lo motivó a buscar un trabajo regular.
Justo antes de fin de año, iba a
fumar marihuana con unos amigos, así que le enviaron a comprar. Compró dos
sobres de unos cuantos gramos, y en ese momento lo interceptó la Policía.
También detuvieron a los dos jóvenes que le vendieron, a quienes encontraron
diez sobres más de marihuana.
Ya en la Policía, los investigadores unieron
todos los sobres, y pesaron el total de la marihuana decomisada, haciendo
parecer que se había aprehendido a tres vendedores de droga con una sola cantidad
de droga para la venta. “Yo ni me di cuenta de lo que hacían los policías,
estaba asustado, confundido, y todo sucedía tan rápido…”, señala. No se puede
saber ahora cuántos gramos realmente pesaban los dos sobres que él compró para
consumir. Esa diferencia en gramos podría sacarlo de la cárcel en su condición
de consumidor, o mantenerlo allá entre 8 a 12 años por el delito de suministro
de drogas si se asume que la marihuana era para venta.
Tampoco su abogado hizo algo para
mostrar que era consumidor, no solicitó un examen toxicológico para demostrar
que él era consumidor de marihuana. El hermano mayor de Alex se prestó dinero
para pagar un adelanto al abogado, este recibió el dinero y no hizo nada
durante tres meses, sólo sugerir que Alex se declare culpable del delito de
suministro para así negociar una pena menor y acceder al indulto.
Su lucha ahora es probar que es
consumidor de marihuana, no vendedor. Mientras tanto, él trata de mantener alto
el ánimo en la cárcel y evitar consumir drogas. Su mujer y su bebé lo esperan.
A PASO FIRME 2016 Una experiencia de motivación al cambio con jóvenes usuarios de drogas privados de libertad.
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1. CONTEXTO Y POBLACIÓN
Esta iniciativa está enmarcada en el proceso de promoción de reformas a la política de drogas en Bolivia, del cual forma parte el Programa Libertas en articulación con Acción Andina - Bolivia, la Plataforma Coca Orgánica Libre e Informada y a nivel internacional con el Colectivo de Estudios Drogas y Derecho (CEDD).
El propósito es dar respuestas no penales a los problemas de consumo de drogas, para lo cual se trabaja en un programa de motivación al cambio con jóvenes consumidores habituales de drogas, privados de libertad.
En medio del abandono en que se encuentran los jóvenes consumidores de drogas encerrados en las cárceles, en 2016 se continuó la iniciativa del Programa Libertas dirigida a motivarles para el cambio de sus estilos de vida caracterizados por consumo habitual de drogas y comportamientos de sobrevivencia, hacia la construcción de un proyecto de futuro.
El propósito es dar respuestas no penales a los problemas de consumo de drogas, para lo cual se trabaja en un programa de motivación al cambio con jóvenes consumidores habituales de drogas, privados de libertad.
En medio del abandono en que se encuentran los jóvenes consumidores de drogas encerrados en las cárceles, en 2016 se continuó la iniciativa del Programa Libertas dirigida a motivarles para el cambio de sus estilos de vida caracterizados por consumo habitual de drogas y comportamientos de sobrevivencia, hacia la construcción de un proyecto de futuro.
El
centro de operaciones fue la cárcel de varones más poblada del Departamento de
Cochabamba[1],
que funciona en una construcción antigua y precaria, originalmente dispuesta
para 250 personas, aunque a agosto de 2016 era habitada por 663 reclusos.[2]
Al igual que en los demás penales del país, la organización interna de esta
cárcel está a cargo de los mismos reclusos quienes, a falta de mayor presencia
del Estado, mejoran permanentemente las condiciones de habitabilidad y manejan normas
propias que regulan la convivencia diaria.
Siendo
la cárcel un entorno complejo, donde se entremezclan intereses, tensiones y
conflictos diversos, la puesta en marcha de cualquier iniciativa tiene fuertes
limitaciones y dificultades. Sin embargo, se logró ejecutar el programa de
motivación gracias al respaldo de la experiencia de muchos años de trabajo en centros
de privación de libertad, y al hecho de haber conocido a varios de los jóvenes
consumidores habituales de drogas en circunstancias previas a la cárcel.
La
mayoría de estos jóvenes proviene de familias disfuncionales y situaciones de
vida en exclusión, no pudieron concluir los estudios secundarios, intentaron
insertarse en el mercado laboral sin éxito, y algunos estuvieron en algún
momento viviendo en situación de calle.
Su
vinculación con las drogas y con el delito se halla estrechamente ligada a esas
vivencias anteriores de violencia, abandono, exclusión y falta de
oportunidades.
Todo
ellos, en varios momentos durante sus vidas, intentaron dejar de consumir
drogas y se internaron voluntariamente en centros privados de tratamiento y
rehabilitación. Estos intentos no dieron resultados positivos, en gran parte
por la falta de especialización de muchos de esos programas, y el alto costo de
aquellos que sí son especializados, en un contexto en que la respuesta
sanitaria que el Estado debe dar a los problemas de consumo de drogas es
prácticamente inexistente.
Un
rasgo común en las vidas de cada uno de estos jóvenes, desde los primeros años
de su niñez, es su condición de receptores de violencia. Primero recibieron
maltrato y abandono en sus familias, después sufrieron la violencia estatal a
través de las repetidas detenciones arbitrarias y las torturas infligidas en
dependencias de la Policía. Actualmente, continúan siendo castigados en el
recinto de la cárcel.[3]
Su
vida tras los muros de la cárcel transcurre en condiciones de pobreza o
indigencia, duermen a la intemperie, suelen comer de la olla común o sino las
sobras de la comida de los otros reclusos, y esporádicamente hacen algunas
monedas trabajando en actividades de limpieza o como “taxis” (que son quienes
hacen encargos o se ocupan de buscar a los reclusos que tienen visitas).
En
todos los recintos penitenciarios, y no sólo en la cárcel donde se aplicó este
programa, se presentan altos índices de consumo de drogas de uso lícito e
ilícito por parte de la generalidad de la población encarcelada, sin embargo, son
estos grupos de jóvenes consumidores de drogas excluidos y desposeídos los que suelen
ser visualizados como “el problema”.
Debido
a ello, son discriminados, maltratados y humillados por los otros reclusos y los
policías de seguridad del penal, repitiendo la situación que sufrían anteriormente
afuera, en la sociedad, donde también eran tratados con reprobación y
hostilidad.
Permanecen
entonces en una situación sin salida, recibiendo solamente presiones, ya que ni
el Estado ni la sociedad les aportan con alternativas para que puedan construir
proyectos de vida fuera de las drogas y fuera del circuito del sistema penal.
Debido
a ello es que el Programa Libertas, a través de un trabajo enteramente
voluntario, desarrolló la presente iniciativa, demostrando que incluso con
recursos mínimos sí se puede hacer algo.
2. OBJETIVOS, RESULTADOS, ENFOQUE Y METODOLOGIA
Entendiendo
al abuso de sustancias como un problema psico-social y de salud, se continuó
con el desafío de apoyar en la motivación, el fortalecimiento de la autoestima
y la toma de conciencia de los jóvenes consumidores de drogas en el ambiente
adverso de la cárcel.
El
objetivo principal fue:
- - Fortalecer
la autoestima y la motivación para un cambio en los estilos de vida de los
jóvenes privados de libertad con problemas de consumo habitual o abusivo de
drogas, de manera que el paso por la cárcel propicie una futura dinámica psico-terapéutica
hacia la inserción social.
Se
formularon los siguientes objetivos específicos:
- - Apoyar
a los jóvenes a cambiar la forma en que se ven a sí mismos y a su entorno.
- - Influir
en los estilos de vida de los jóvenes y en la toma de conciencia para que
puedan visualizar un futuro lejos de las drogas y del sistema penal.
- - Contribuir
a la reconstrucción de sus lazos familiares y a la reducción de los conflictos
en sus relaciones dentro la cárcel.
- Promover
la atención en salud o, si se dan las condiciones, la derivación de casos a
programas de tratamiento y rehabilitación.
Los
resultados planteados fueron:
- - Mayor
nivel de aceptación, a nivel individual y grupal, en los jóvenes para actividades
innovadoras e iniciativas opuestas a la vida con drogas.
- - Comportamientos
más saludables y uso de las habilidades desarrolladas que también permiten una
convivencia carcelaria con menos conflicto.
- - Jóvenes
remitidos de la cárcel a programas de tratamiento y rehabilitación de
adicciones.
- - Mayores
insumos obtenidos para el fortalecimiento y la eficacia del programa en futuras
etapas, considerando el entorno complejo y las características especiales de esta
población.
Se
aplicó una metodología participativa y dinámica, basada en el diálogo, desde un
enfoque de derechos y compartiendo el enfoque humanista existencial y la
orientación del enfoque de la entrevista motivacional.
Cabe
señalar que, en medio de la complejidad y conflictividad de la realidad en que
viven, hay varios momentos en los que los jóvenes tratan de buscar una salida,
pero no existen recursos en la cárcel a los que puedan acudir en esos momentos.
Por ello, se consideró que motivarles a un cambio implica pensar en un proceso
extenso que necesita acompañamiento, promoción de actitudes reflexivas y
críticas, y también incentivos, más aun considerando la situación de extrema
marginalidad de la cual provienen los jóvenes del grupo.
Para
el trabajo se visualizaron las etapas del cambio planteadas en el modelo
transteórico de Prochaska y Diclemente[4]:
Pre-contemplación (total negación del problema de drogas), Contemplación
(aceptación de la existencia de un problema pero renuencia al cambio),
Preparación (pasos concretos a partir de una decisión de cambio), Acción (vida sin
consumo de drogas, participación en un programa terapéutico), y Mantenimiento
(seguir un proyecto de vida sustentable en el futuro, y manejar recaídas). El
proceso de motivación implicó, en ese sentido, apoyarles para que inicien la transición
por esas etapas, o para que la continúen, según el caso.
El
programa se llevó a cabo en forma voluntaria, y fue ejecutado por una persona
con el apoyo de otras tres personas en diferentes etapas. Se contó también con
la asesoría de especialistas, ellos fueron los representantes de Voces para
Latinoamérica (con especialidad en tratamiento de drogodependencias) y de
Acción Andina (apoyo en psicología y en entrenamiento físico). Asimismo, se
coordinó con los psicólogos de la Dirección General de Régimen Penitenciario[5]
y con los delegados internos (representantes de los reclusos).
3. EL DESARROLLO DEL PROGRAMA
El
programa se llevó a cabo en el periodo comprendido entre inicios de marzo de
2016 a fines de enero de 2017.
Los
jóvenes con problemas de consumo de drogas o drogodependencia, con quienes se tuvo
y se tiene contacto en esta cárcel, suman alrededor de 45, entre las edades de
18 a 32 años. Están acusados o condenados por delitos menores de drogas (venta
de unos gramos de droga para solventar su propio consumo) o por hurto y robo de
teléfonos celulares o pequeños montos de dinero.
Todos
son consumidores de marihuana, pasta base de cocaína y ‘pilas’ (medicamentos
controlados).
De
ellos, se construyó una relación más cercana con 21 jóvenes (llamado el grupo
amplio) para las actividades generales, y para el trabajo específico se avanzó
con un número de 10 jóvenes (llamado el grupo base).
Asimismo,
se llevó adelante un trabajo individual en los casos de dos jóvenes que demostraron
una mayor predisposición e iniciativa propia. Uno de ellos está ya fuera de la
cárcel, puesto que se logró su remisión a un centro de tratamiento y
rehabilitación de adicciones.
Las
actividades se desarrollaron a partir del siguiente esquema:
Acercamiento e involucramiento
|
Motivación y construcción de
habilidades
|
Derivación y seguimiento
|
Interacción en espacios
y actividades.
Desayunos masivos
periódicos.
Festejos de
cumpleaños.
Apoyo solidario.
|
Actividad física y
deportiva.
Sesiones de reflexión
y debate.
Actividades laborales
y estudios.
Conformación de una
red familiar de apoyo.
Seguimiento a casos judiciales.
|
Gestión con abogados y
jueces para la remisión de los casos.
Visita de centros de
tratamiento y rehabilitación.
Coordinación con la
familia.
Apoyos diversos para
la continuación del proceso.
|
3.1.
Descripción de las actividades
El
trabajo se desarrolló en los tres niveles expresados en el esquema:
3.1.1.
Acercamiento e involucramiento
El
propósito de este nivel de trabajo fue la construcción y mantenimiento de
relaciones de confianza mutua con la generalidad de los jóvenes, a fin de que
pueda llevarse adelante un trabajo de motivación. Para ello, se construyeron
relaciones horizontales, compartiendo experiencias y participando de las
actividades y de las vivencias diarias en los lugares de la cárcel donde los
jóvenes viven o se reúnen.
- Interacción en espacios y actividades
Se
participó de las actividades cotidianas del grupo general de 45 jóvenes en días
específicos de la semana, durante todo el día (acompañamiento en sus actividades)
y en algunos casos en horas de la noche (en casos de prácticas deportivas o en
fiestas como año nuevo).
Esta
participación en espacios que no suelen estar abiertos para personas ajenas a
estos grupos fue posible debido a la relación que se tenía anteriormente con varios
de los jóvenes, sea por haberles colaborado antes en otras cárceles o en
dependencias policiales, o por las actividades realizadas bajo los puentes o en
otros ámbitos donde ellos se encontraron. Aunque no se conocía a todos, la
relación anterior con varios abrió las puertas para trabajar la confianza del
conjunto.
- Desayunos masivos periódicos
Se
organizaron, con el apoyo de personas solidarias de fuera del programa, desayunos
nutritivos en forma periódica, usualmente cada treinta días, para el grupo
amplio de 21 jóvenes y también involucrando a otros del grupo de 45 personas
que comparten las características de la población beneficiaria.
Se
buscó propiciar la reunión de todos, en ocasión de cada desayuno, promoviendo
el diálogo sobre los sucesos coyunturales de la cárcel, y una mayor
familiaridad entre el programa y ellos.
- Festejos de cumpleaños
En
el grupo amplio de 21 personas se festejaron cinco cumpleaños. Esta actividad
se estableció debido a que varios de los jóvenes no reciben visitas o no son
festejados en sus días de cumpleaños, lo que contribuye a mantenerles en estado
de desesperanza e incredulidad hacia su entorno. La realización de esta
actividad permitió también instalar nuevos espacios para que intercambien sus
experiencias y se pueda conocer más profundamente la dinámica entre ellos.
- Apoyo solidario
Se
reunió en cuatro ocasiones ropa de invierno para el número de 45 personas, tomando
en cuenta que estos jóvenes duermen a la intemperie y en época de invierno
manifiestan afecciones respiratorias y broncopulmonares. Cabe mencionar que,
por varias razones, ellos no suelen recibir atención médica, ni en estos casos
ni en otros. En algunas ocasiones también se les apoyó con medicamentos en
casos de lesiones producto de peleas o accidentes.
3.1.2.
Trabajo de motivación y construcción
de habilidades
Este
trabajo fue realizado con el grupo base compuesto por 10 jóvenes, e incluyó las
siguientes actividades:
- Actividad física y deportiva
Se
realizó un trabajo de gimnasio una vez por semana, y sesiones de entrenamiento
aeróbico cada dos semanas, con la participación de un grupo de siete a diez
personas, agregando en algunas sesiones a otras más.
Pese
a tener un consumo diario de drogas, los jóvenes en general se manifestaron dispuestos
a entrenar. Todos mantienen ciertas condiciones físicas (flexibilidad,
velocidad, resistencia, coordinación) a pesar de su precaria salud y la falta
de costumbre para sesiones programadas de entrenamiento físico. Se trató de
generar disciplina en la actividad física y fortalecer la autoestima, probando
un estilo de vida más saludable.
Estas
actividades fueron seguidas por almuerzos posteriores para el grupo asistente a
cada entrenamiento, y explicaciones sobre métodos de entrenamiento y nutrición.
Los
obstáculos que se presentaron fueron los problemas usuales que ellos tienen, como
lesiones o heridas que eran producto de las sanciones disciplinarias o de problemas
con los otros reclusos, o la imposibilidad para entrenar por encontrarse en el
calabozo de castigo.
- Sesiones de reflexión y debate
Las
sesiones de reflexión y debate se realizaron cada diez o quince días, con el
grupo base de 10 personas, así como otras reuniones en diferentes días con dos
o tres personas solamente en aquellos casos en que manifestaron mayor
predisposición.
Los
temas seleccionados surgieron de sus experiencias propias: Los hábitos de
consumo de drogas, los circuitos delictivos, la relación con la Policía, el
delito por el cual estaban encarcelados, la convivencia dentro la cárcel, las relaciones
y conflictos con sus familias, su situación de pareja, el vínculo con sus
hijos.
También se debatió ampliamente sobre temas de género, y sobre temas
legales y judiciales.
Se
trataba de explorar a fondo cada tema y debatir, se les planteaba diferentes puntos
de vista para propiciar la reflexión sobre cada una de las situaciones y
motivar la asunción de las propias responsabilidades, en los casos que
correspondían. Se consideró importante que comiencen a ver cada situación desde
la perspectiva de lo que pueden hacer para cambiarla.
- Apoyo en la inserción a las
actividades laborales y escolares
Se
apoyó en la inserción laboral en tres casos, de quienes manifestaron mayor
predisposición hacia esas tareas, pagando la inscripción para la afiliación a
los talleres de artesanías y de marroquinería, y comprando el material básico. Cabe
señalar que iniciar un trabajo regular en uno de los gremios laborales en la
cárcel es bastante difícil, no sólo por el estilo de vida de los jóvenes sino
también porque dentro la cárcel se mueven intereses de todo tipo, y muchos de
ellos están concentrados en los gremios laborales los que, pese a los
argumentos que puedan colocar los otros reclusos, son espacios de privilegio.
El
trabajo que desarrollaron los jóvenes fue irregular debido a problemas con algunos
reclusos miembros de esos gremios o por situaciones personales inesperadas que
les generaron retrocesos. Sólo uno continuó hasta el momento de su salida en
libertad.
No
fue posible acceder a las ofertas de estudios secundarios debido a la necesidad
de realizar un trámite previo y obtener con anticipación la documentación
requerida, lo cual por la situación en que se encuentran los jóvenes es bastante
dificultoso. También para el caso de cursos de habilidades específicas, como la
electromecánica o la computación, se requería hacer gestiones similares, además
de cubrir un costo que alto que escapaba de las posibilidades del programa.
- Conformación de redes familiares de
apoyo
Se
hizo contacto con los familiares de 10 jóvenes para explorar las posibilidades
de construir o reconstruir redes familiares de apoyo.
La
mayoría tiene relaciones familiares quebradas, y por las experiencias de abandono
y violencia durante su niñez y adolescencia también guardan sentimientos de
rechazo hacia algunos miembros de su familia; además de existir otras
situaciones de conflicto familiar producto de la conducta de consumo de drogas
de cada joven. Por ello, en la generalidad de los casos, las familias
estuvieron renuentes a un acercamiento. Sin embargo, en algunos casos algún
miembro de la familia sí manifestaba cierta voluntad para relacionarse y ayudar.
Se consideró válido ese único miembro de la familia como soporte esencial para
comenzar.
En
cinco casos se logró tener reuniones repetidas con el miembro de la familia en
mayor disponibilidad de apoyar. En dos casos se sostuvo un mayor acercamiento
con varios miembros de cada familia, sosteniendo reuniones en la cárcel y en
los domicilios de los familiares, en las cuales se reconstruyó la historia
familiar y las posibilidades de involucramiento de la familia en un proceso de
cambio del joven. En un caso se logró participación activa de la familia en el
proceso de cambio.
- Seguimiento a casos judiciales.
Un
problema común en el grupo es la falta de control sobre sus procesos
judiciales. Dependen de un abogado, generalmente del Servicio Plurinacional de
Defensa Pública, que no los visita y cuando sí los visita la defensa suele reducirse
a sugerirles que se declaren culpables para acceder a un juicio abreviado por
una pena menor. Tampoco sus familiares colaboran haciendo seguimiento del
proceso.
Se
hizo revisión de siete casos judiciales del grupo base, la mitad de ellos se
hallaba en detención preventiva, la mitad tenía sentencias de entre 4 a 8 años
de cárcel. Se les brindó orientación y explicación sobre el desarrollo del caso
en el sistema penal y las posibilidades reales de salir de la cárcel, sea con
cesación de la detención preventiva o sea por el acceso a los beneficios
penitenciarios en los casos de quienes tienen condena. Asimismo, se logró
conversar con los abogados de cinco jóvenes para intentar agilizar el proceso, e
identificar cuáles casos podrían ser derivados a un centro o programa
ambulatorio de tratamiento y rehabilitación.
El
trabajo también mostró formas de usar los recursos judiciales existentes para lograr
que un caso sea derivado a tratamiento, tomando en cuenta que la legislación
boliviana no prevé este tipo de remisiones.
3.1.3.
Derivación y seguimiento
En
un caso en que el proceso de motivación resultó exitoso y la familia decidió
apoyar al joven y planificar una vida futura en común, se logró la derivación
del joven de la cárcel a un centro privado de tratamiento y rehabilitación de
adicciones. Para ello, se aprovechó el hecho de que el joven había cumplido las
dos terceras partes de la condena impuesta, lo cual lo habilitaba para
solicitar la libertad condicional.
Se
hizo ese trámite sosteniendo varias reuniones previas de coordinación con la
familia, con la abogada a cargo y con la jueza del caso, la que dispuso
finalmente la libertad condicional con la condición de que el joven se integre
a un programa para el tratamiento y la rehabilitación de su problema de
drogodependencia.
Actualmente,
se realiza el seguimiento del caso y la evaluación periódica de la situación
del joven, en conjunto con Voces para Latinoamérica y Acción Andina, a fin de
asegurar la continuidad del proceso sin mayores dificultades. Asimismo, se
apoya al joven obteniendo atención médica en problemas de salud que no son cubiertos
por el tratamiento y acompañándole en sus salidas al médico.
También se hace coordinación
con la familia y con diferentes niveles para aportar con opciones para la
futura inserción.
El
joven ya no consume drogas, ha pasado sin problemas la fase de la
desintoxicación y se siente esperanzado en continuar, con planes para retornar
al estudio y al trabajo en el futuro y volver a formar una vida en familia.
3.2.
El trabajo a profundidad en casos
individuales
Los
dos casos que se trabajaron como casos individuales fueron aquellos en que los
jóvenes, pese a tener problemas de drogodependencia y policonsumo (lo cual los
convertía en “casos muy difíciles”), mostraron iniciativas propias que
significaban avances en el proceso de cambio.
Con
ellos se sostuvo en la cárcel reuniones extensas dos veces por semana, sea con
ambos o individualmente, durante las cuales se analizó en conjunto sus experiencias
de vida y sus conflictos, enfocando en las posibilidades reales de cambiar la
situación y el esfuerzo que a ellos les implicaría hacerlo.
En
ambos casos se trabajó con la familia para tratar de acercar la relación y
contribuir, con el apoyo del programa, a superar las dificultades o falta de
posibilidades de salida que los familiares veían en los casos de los jóvenes.
En
uno de los casos se coordinó con los padres y con la esposa, con esta última se
logró un acercamiento mayor y reuniones regulares dentro y fuera de la cárcel.
Sin embargo, se presentaron como obstáculos para seguir avanzando los fuertes problemas
internos en la familia, además de que algunos de los familiares consanguíneos estaban
involucrados también en delitos. Durante el proceso, el joven recibió una condena
de ocho años de privación de libertad por el delito de suministro (venta de
sobres con unos gramos de droga para solventar su consumo personal), motivo que
contribuyó a bajar su ánimo hacia un cambio de vida.
En
el segundo caso, se mantuvo un relacionamiento y coordinación con la madre del
joven y con varios miembros de la familia. Cabe mencionar que en este caso, el
contacto con los familiares no fue iniciativa del programa sino que fue
planteado por el mismo joven. De un estado de ambivalencia inicial, él
paulatinamente fue tomando iniciativas concretas como organizar las reuniones
con sus familiares, asistir sin una falta a todas las sesiones de reflexión y a
las reuniones individuales, participar del entrenamiento de gimnasio y de las
actividades de acondicionamiento físico, solicitar el apoyo terapéutico del
profesional psicoterapeuta de Voces para Latinoamérica, terminar relaciones con
amistades del entorno de las drogas y el delito, analizar posibilidades de
programas de tratamiento y rehabilitación a los que ingresar al salir de la
cárcel, y planificar la reconstrucción de sus lazos familiares.
Las
iniciativas mostradas por él coincidieron también con el apoyo de la madre y
otros familiares, que estuvieron totalmente abiertos a coordinar con el
programa de motivación, aunque en un inicio habían manifestado cierto
desaliento y negatividad. Viendo las posibilidades, finalmente la familia
contrató un psicólogo especialista en drogodependencias quien realizó una
evaluación del joven y presentó el informe en instancias judiciales.
De
esa manera, coordinando con la abogada de Defensa Pública a cargo del caso y
con la jueza de ejecución penal, se solicitó la libertad condicional para el
ingreso a un centro de tratamiento y rehabilitación en adicciones.
La
oportunidad de la libertad condicional es la única posibilidad legal de
sustituir la cárcel por un centro de tratamiento y rehabilitación. En Bolivia
no hay opciones en la ley para que un caso de delito, donde se evidencia un
problema de consumo de drogas o drogodependencia, sea remitido a un programa
fuera de la cárcel.
La
dificultad actual en el caso del joven que avanzó en el proceso de cambio hasta
la etapa de la acción, es principalmente económica. La familia enfrenta serias dificultades
para cubrir mensualmente el alto costo del centro de tratamiento y
rehabilitación. Esto evidencia una vez más la falta de opciones existentes para
el tratamiento y rehabilitación de las personas con problemas de adicción, principalmente
debido a la falta de acción del ente nacional responsable de la salud.
4. LOGROS Y RESULTADOS
Se
lograron los resultados formulados al inicio del programa:
- - Aceptación
y participación de los jóvenes en todas las actividades que les posibilitaban
la reflexión y el análisis de su situación, y en las actividades de
entrenamiento físico que permitieron además una práctica de disciplina y de
rutina opuesta a la vida con drogas.
- - Cambios
en el comportamiento de varios de los jóvenes que introdujeron conductas más
saludables en sus estilos de vida y redujeron los niveles de conflicto con
otros reclusos, gestionando diferentes formas de evitar la confrontación. Sobre
esto último, algunos jóvenes acudieron al programa para que se realice una especie
de mediación a fin de frenar enfrenamientos y conflicto entre ellos y los demás
reclusos.
- - Un
joven se encuentra ya fuera de la cárcel y en un programa de tratamiento y
rehabilitación de adicciones.
- - Se
cuenta con insumos y lecciones aprendidas para fortalecer el programa, así como
para elaborar propuestas de reforma normativa para la remisión de casos de
personas con problemas de consumo de drogas a programas fuera de la cárcel.
Se
pueden mencionar también logros a nivel general y particular:
- - Se
establecieron las bases, en cuanto a relacionamiento y construcción de relaciones
de confianza mutua, para llevar adelante una etapa posterior de trabajo.
- - Se
tiene una mayor comprensión de las dinámicas dentro la cárcel.
- - Se
captó el interés de los delegados internos y el conjunto de reclusos quienes
apoyaron varias de las actividades del programa.
- - Se
tienen contactos con profesionales e instituciones para ampliar en el futuro el
programa e incluir actividades laborales y estudios.
- - Se
tiene una experiencia de articulación con la Dirección Departamental de Régimen
Penitenciario, lo que otorga un respaldo oficial a las actividades.
Los
logros y resultados alcanzados demuestran que sí se pueden llevar adelante
iniciativas que den respuestas no penales a los problemas de consumo de drogas
y adicciones.
La
asesoría especializada de Voces para Latinoamérica y Acción Andina también
posibilitó alcanzar los resultados positivos.
Al
llevarse a cabo el programa en forma voluntaria, con recursos mínimos que
fueron aportados solidariamente por las mismas personas que lo ejecutaron, se
demostró también la importancia del trabajo en contacto directo con los mismos
jóvenes, en relaciones horizontales, compartiendo sus vidas más allá de
horarios para entender con mayor profundidad sus motivaciones y sus conflictos.
Los
recursos evidentemente son importantes, y serán requeridos para la siguiente
etapa del programa, tomando en cuenta los costos que demanda la realización de
todas las actividades programadas, así como el alto costo de los centros de
tratamiento y rehabilitación para los casos en que se logre un resultado
positivo. Sin embargo, se resalta la importancia de los factores de
relacionamiento personal, la confianza mutua y la voluntad de impulsar cambios,
como resortes que llevan a resultados positivos.
Es
necesario mencionar que no hay en ninguna cárcel del país programas dirigidos a
la motivación para salir de las drogas, y tampoco programas de tratamiento y
rehabilitación. En la cárcel de Palmasola en el Departamento de Santa Cruz unos
pocos reclusos consumidores de drogas son llevados al pabellón denominado PC5
destinado a enfermos broncopulmonares. En la cárcel de San Pedro, en el
Departamento de La Paz, algunos jóvenes consumidores de drogas son llevados a
la sección denominada Chonchocorito donde anteriormente funcionó un programa de
tratamiento y rehabilitación en adicciones, pero actualmente debido a la
sobrepoblación carcelaria esa sección es ocupada también por reclusos comunes,
mientras que los pocos jóvenes con problemas de drogodependencia que aún
permanecen allí se encuentran sin tratamiento y solamente con el apoyo del
escaso personal de la Dirección Departamental de Régimen Penitenciario[6].
En
Cochabamba, no ha habido ningún programa estatal dirigido a la motivación al
cambio para la derivación a tratamiento y rehabilitación. Por ello, la
experiencia actual se constituye en una experiencia novedosa, que desde un
diseño sencillo puede dar pautas para una mayor asunción de responsabilidad del
Estado en este ámbito.
5. OBSERVACIONES
Es
importante tomar en cuenta, para el fortalecimiento de las actividades en el
futuro, los siguientes elementos que se advierten de la experiencia actual:
-
- Trabajar
más con los delegados y reclusos para reducir la discriminación hacia los jóvenes
consumidores encarcelados, y construir redes de apoyo dentro la cárcel.
- - Promover
la implementación de programas de tratamiento y rehabilitación en el mismo
espacio del sistema penitenciario, a fin de que existan más opciones para la
derivación de los casos que ingresen en el programa de motivación.
- - Indagar
mayores posibilidades para que los centros privados de tratamiento y
rehabilitación, actualmente en funcionamiento, puedan recibir, con menores
costos, a los jóvenes que estén en posibilidades de solicitad libertad
condicional.
- - Elaborar
y promover propuestas de cambios normativos a fin de facilitar la remisión de
la cárcel a programas o centros de tratamiento y rehabilitación.
- - Llevar
adelante acciones de incidencia para lograr mayores opciones de atención en
salud para los jóvenes consumidores habituales de drogas que, usualmente por delitos
menores, entran en el sistema penal.
Contacto:
Rose Marie Achá
Teléfonos:
591-74305070 / 591-4-4432479
Dirección
postal: “Somos Sur” Calle Francisco Viedma Nº 271
Cochabamba,
Bolivia
[1] También
se apoyó en casos específicos en otras cárceles del Departamento de Cochabamba,
incluida la cárcel de mujeres.
[2] Datos de
la Dirección General de Régimen Penitenciario.
[3] Una mayor aproximación a la realidad de esta
población puede leerse en el informe “Los chivos expiatorios: Control de drogas
y cárceles en Bolivia” disponible en www.programalibertas.blogspot.com, www.colibolivia.blogspot.com, https://www.tni.org/es/publicacion/los-chivos-expiatorios-control-de-drogas-y-carceles-en-bolivia y http://www.drogasyderecho.org/files/Drogas_y_carceles_LOS_CHIVOS_EXPIATORIOS.pdf
[4] Paul M.
Kubek and Matthew K. Weiland "Stages of change" co-creator Carlo
DiClemente discusses practical applications of his Transtheoretical Model for
health, wellness and recovery, 2008 Disponible en: http://www.centerforebp.case.edu/stories/stages-of-change-co-creator-carlo-diclemente-discusses-practical-applications-of-his-transtheoretical-model-for-health-wellness-and-recovery
[5] Hay dos
psicólogos para una población de 2.581 personas (cifra difundida por la
Dirección General de Régimen Penitenciario) recluidas en las cárceles del
Departamento de Cochabamba.
[6] Cinco
psicólogos atienden una población total de 3.080 personas (dato de la Dirección
General de Régimen Penitenciario) encarceladas en el Departamento de La Paz.
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